Opiniones

Desvios

Alba Marrero

 

Me voy. Ya he terminado. Ya tengo el título. Ya soy periodista, así que me voy. A Inglaterra. I want to grow up a little more. Aunque, siendo honestos , I need to improve my English. La noticia pilla por sorpresa en casa. Siempre había dicho que de mayor quería ser periodista. Sin desvíos. Con segundas intenciones, mi padre empieza a enumerar los contras de un sitio tan frío como Reino Unido y alabar casi como un método desesperado, mi inglés que, sin mucha honra era de garrafón. 

 

«¿Cómo te mantendrás allí?, preguntó. «Seré au pair«. «Au, ¿Qué?», «Au par, papá». «¿Qué es eso?». «Cuidar niños». «¿Tú estás segura de eso?». «Sí». En realidad, no. Me moría de miedo. «Papá, no hay más que hablar; me voy».

 

Hay dos cosas que se descubren en Inglaterra sólo si se va a Inglaterra. En primer lugar, que tu madre siempre tendrá la razón  y debiste dejar más  hueco en la maleta para llevar jamón y comida de verdad. En segundo, la fascinación que les genera a los ingleses cuando les cuentas que eres de Tenerife. No comprenden que, pudiendo vivir en un sitio por el que ellos ahorran un año para irse de vacaciones, tú hayas decidido pasar una temporada metida de lleno en el frío anglosajón. 

En ese momento de la conversación es cuando empiezo a hablarles de política, de las cosas mal hechas en mi tierra y en mi país y espectáculo, casi por hacer la gracia, de lo que haría yo si fuera presidenta. Y, de paso, me glorifico con mis mejoras en el idioma.

Cierto es que Tenerife es maravillosa. De esos lugares que te reciben con dos besos al llegar y te llevan la maleta. Una apuesta segura por las charlas memorables en los mentiredos; por la risa floja con el vino del norte, y por tener en un pedestal a lo casero. De un olor a mar inconfundible, de un plato de más siempre en la mesa y de un magnifico «¡Pero si aquí nos conocemos todos!».

No obstante, a ese inglés que me envidia por ser de Canarias, también le comento que muchas veces Tenerife obliga a que sus jóvenes se marchen. Presidida por gobernantes que maltratan la cultura, que faltan al respeto de su paisaje, que manipulan a los medios de comunicación inflándolos a publicidad institucional, la juventud tiene que irse a cumplir sueños a otra parte.

 

Existe grupos de canarios en Londres o Edimburgo que guardan sus títulos y doctorados bajo llave para llenar las cajas de cadenas de comida rápida o tiendas de ropa.

 

Antes de convertirme en una de ellos bajo la etiquete de au pair, tenía la soberbia de pensar que eso suponía un fracaso absoluto. No obstante, cuando terminé mi carrera, tuve la necesidad de querer comunicarme con el mundo y sus problemas que prioríce perfeccionar el idioma universal. También la necesidad de los 23 y de empezar a volar. Simplemente me fui. Y, después de realizar un trabajo en el que yo creía que no sería feliz, he vuelto a casa menos fracasada que nunca. 

Ahora, mientras trabajo en cosas por las que me gano la lástima , es cuando realmente me apetece la gente. Y descubro. En Londres, empecé a hablar con el hombre de seguridad de un restaurante sobre la rara tranquilidad de aquel día. Terminé por descubrir que en lo baños de aquel bar solían reunirse (y esconderse) personas sin hogar de la zona para pincharse heroína.

Ahora, cuando soy menos periodista que nunca, es cuando más entiendo al oficio y no cuando creía que me iba a comer el mundo desde la biblioteca de la facultad.

El periodismo es contacto. El periodismo son charlas con cualquiera, dónde sea, cómo sea y a la hora que sea. Es piel. Son miradas y gestos. El mundo universitario nos enseña nuestro oficio a través de una pantalla de ordenador y éste es fundamental pero sólo para darle a las teclas.

 

El periodismo está fuera. En la calle. En el hablar con la gente de los temas que nos parezcan más banales pero que siempre, para alguien, son algo más.

 

Quizá los desvíos siempre llevan a alguna parte. La carrera nos respondió que de mayores queríamos ser periodistas pero los ramales de la vida nos dan la oportunidad de averiguar qué tipo de periodista nos gustaría ser en el futuro. Quizá los desvíos, a esta poca altura de la vida están geniales.

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