La pobreza es uno de los problemas más trascendentes del archipiélago. Mientras las cifras parecen mostrar el aumento de brotes verdes en la economía, la realidad a pie de calle revela un nuevo paradigma en el que la desigualdad y la precariedad laboral son protagonistas. Frente a esto, el poder político reconoce la delicada situación que atraviesan las Islas a la vez que destina parte de sus presupuestos a unas ayudas sociales cada vez más solicitadas. Sin embargo, estos esfuerzos administrativos parecen no ser suficientes para frenar las carencias de los ciudadanos, cuyas necesidades básicas se ven cubiertas por organizaciones no gubernamentales y asociaciones fundamentadas en el voluntariado y la solidaridad que ejerce la población. La crisis, por su parte, no incide solo en el ámbito financiero y gubernamental. La salud mental de las personas se sitúa como una de las grandes consecuencias de la insegura coyuntura actual, que genera el auge de los trastornos depresivos y adaptativos en Canarias.
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