Mujeres

Al otro lado  de la frontera existe un mundo que no está en las noticias. Es una realidad que ha sido sistemáticamente marginada de nuestra actualidad, centrada en ofrecer la dosis justa de información que permitía engrasar la noria de un sistema mediático que gira y gira sin descanso,. Aunque, ya no es un secreto que las vueltas no conduzcan a ninguna parte.

Nos hemos acostumbrado tanto a los rodeos que apenas percibimos el mareo que deberá provocarnos tantas informativas que apuntan a nuestras tripas y corazones, olvidando nuestro lado racional. Se nos pide indignarnos y emocionarnos a partes iguales, aunque nunca lleguemos a entender lo que realmente sucede.

La esperanza siempre la depositamos en lo alto de la noria, confiando en que desde ese lugar comprendamos algo más. Pero el pico, sin embargo, está reservado para la candente actualidad, esa a la que no podemos renunciar y que acapara toda la visión. La realidad sólo es eso y nada más que eso.  Todo el esfuerzo dedicado en contemplar lo que tenemos que contemplar.

Lo más triste es que, por muy alta que esté la noria informativa, no alcanzamos a ver más allá de la frontera. De hecho, ni siquiera percibimos que exista una frontera. Pero al otro lado de esa línea invisible, personal, mediática, cultural y; sin duda, también física -con sus concretizas, vallas y océanos- están los otros.

Son los otros de Kapuscinski, las personas con nombres y apellidos que duermen en cajeros automáticos o que viven en una perpetua precariedad. Todos ellos vuelcan su pasión en el campo y en las calles, aunque reciban insultos o sean atropellados cada día por fanáticos de la carretera y el asfalto. Son también las víctimas de robos y saqueos de aquellos que olvidan los derechos humanos cuando el dinero está por medio.

Hablamos de todas aquellas personas repletas de capacidades pero sistemáticamente etiquetadas y relegadas a una anécdota informativa. Y aquellas otras, ellas, apartadas, discriminadas, prostituidas, violadas y asesinadas.

Los otros, las otras, las personas corrientes no quieren ser noticia. Pero sin ellos no habría un nosotros. Una paradoja que nos hace fuertes, más ricos, más abiertos, más, de nuevo Kapucinski, mejores personas. Son los otros y nosotros los que permiten que el mundo avance, que el conocimiento, ya sea compartido, sea la base de proyectos colectivos.

Sus historias son urgentes y necesarias si aspiramos a no perder nuestra vida informativa en una noria que da vueltas sin que alcancemos a ver nada.

Lo sabemos nosotros y lo saben todas las personas que nos apoyan, que han decidido confiar en este proyecto, conscientes de que las miradas a lo que vemos y a lo que no vemos necesitan algo más que los mismos temas, fuentes y enfoques que se repiten. Esas personas saben que solo así, con un proyecto compartido, podremos ver, conocer y compartir.

Por eso salimos a conocer el mundo. Al otro lado de la frontera hay algo mágico que nos incita a salir, a contarlo, a vivirlo. Sólo por eso hacemos periodismo.