Historias

A LAS PUERTAS DE EUROPA

Por Andrea Domínguez y Natalia González Vargas

    gestion@360periodismo.com 

Los sirios huyen de su hogar, que se ha convertido en un campo de batalla. Nuestra protagonista logró entrar a Canarias, algo que no todos consiguen. Las políticas migratorias europeas conducen a los refugiados a las redes de traficantes, a la prostitución y, en el peor de los casos, a perder la vida en el Mediterráneo. Ella ha preferido mantener el anonimato. Desde la revista, consideramos que su historia personal es solo un reflejo de lo que día a día viven miles de personas, por lo que su identidad no es un punto clave del relato.

 

Siria durante la guerra

Es como si fuera una película. Una guerra vista en una imagen congelada de colores fríos. En 24 horas todo cambia, y vives esperando que todo termine. Transcurrían unas semanas desde que empezaron los problemas en Siria, y en mi ciudad comenzaban a hacerse cada vez más frecuentes y visibles las armas. Al estallar la guerra decidí irme a vivir a un sótano, dónde me sentía  más segura. El miedo y el temor eran dos constantes en mi vida, las explosiones, los coches bomba o los kamikazes se convirtieron en rutina.

Durante 5 años esa fue mi realidad. Acepte una nueva vida en mi país que más bien parecía ser una prueba de supervivencia diaria. Al tiempo en el que veía como muchos amigos marchaban, como otras tantas personas desaparecían o morían, estuve a escasos metros de ser yo quien perdiese la vida. Vivir o morir. Con el transcurso del conflicto comencé a ser consciente: no podía alargar más mi estancia en una zona tan peligrosa.

Me encontraba en una habitación sin nada. Cada vez me era más complicado llegar a mi trabajo, a diario un reto casi imposible, demasiado peligroso, pero necesario, tanto para comer como para compartir mi comida. Con el tiempo creció el problema de la comida, del agua del transporte, o de la luz, de la electricidad.

 

Los niños y niñas durante la guerra

En mi ciudad era muy frecuente ver a niños y niñas que se quedaban solos, sin familia. Muchos de ellos, de entre 12 y 13 años deciden irse de Siria, sin ayuda de nadie. Buscando la suerte en otros países.

Dinero

En las primeras salidas desde Siria la ruta podía encontrarse sobre los 1000 dólares, unos 815 euros. Todo dependía de si vas con alguien, si te proporcionan comida o no. Muchos eran los matices a tener en cuenta, pero el viaje hasta Alemania oscilaba entre los 900 y 1000 euros.

En la actualidad el precio de la ruta ha aumentado, por lo que son distintas las vías para conseguir el dinero, por ejemplo, la venta de oro, que algunas mujeres llevaban consigo, para en el caso de que se presentase algún inconveniente en el viaje recurrir a ese dinero. Incluso las personas de clase media siria, incluso las personas más pudientes, o con un buen estado económico, no podían vivir de este modo dentro del país.

En cualquier momento podían perder a alguien de su familia y en el caso de los más jóvenes, se veían en la tesitura de dejarlo todo para poder estudiar.

En mi caso, hace 2 años que llegué a Canarias, sin embargo. En el momento en el que decidí huir de Siria, no me replantee ningún des- tino. Solo quería salir de allí. Llegué sin conocer el idioma, con el papeleo pendiente, pero las personas que me ayudaron desde aquí, me facilitaban todo tipo de información, se encargaron de acompañarme a comisaría, de enseñarme el idioma.

 

La mujer como refugiada

A las mujeres se nos presenta otra desventaja en este punto. Mis amigos marcharon a otra zona diferente de donde estoy. Una vez me contaron como una chica no puede ir sola en el camino hacia Alemania. Ninguna ruta es segura para un refugiado siria, pero mucho menos si eres mujer.

 

A pesar de contar con ayuda en Alemania seguía aterrada. Al recordar mi ruta, hay algo muy importante a tener en cuenta: cada camino es único, mutable e imprevisible, no hay dos travesías iguales. Desde que sales de Siria, cada destino es diferente, a pesar de que existan patrones que se repitan.

Mi viaje fue todo en avión, mi primer destino al partir desde Siria fue el Líbano y, la continuación dependía mucho de las circunstancias, pues en ocasiones un emigrante sirio puede encontrar que en la frontera con Turquía se le pide un visado.

En el camino, algunos de mis amigos decidieron quedarse a trabajar en el Líbano, y otros estaban en campos de refugiados, yo me decidía a continuar mi viaje, tras el Líbano a la ciudad armenia de Mardín, en el centro sur de Turquía. corren riesgo de muerte.

Mi amigo me cuenta cómo las ayudaba a salir del agua, o las rescataba entre el peso de otras personas que las asfixiaban por la falta de espacio en la lan- cha. Cada uno de nosotros tenemos una historia, una llegada con matices diferentes, pero un mismo trasfondo.

Para estos movimientos migratorios, es frecuente recurrir a la búsqueda de tra cantes de personas, un nuevo negocio que ha crecido a raíz del con icto sirio.

Sin embargo, estos barcos, en muchos casos, neumáticos sin reglamentar, fácilmente desin ables para no dejar rastro, no respetan el límite aconsejado de personas, ni prestan las condiciones de segu- ridad. Si la cifra recomendable giraba en torno a las 30 per- sonas, ellos la duplican o triplicaban a su conveniencia.

No cuentan a los niños por ejemplo, por tanto la seguridad no estaba mínimamente asegurada. Las vivencias de viajes en balsas plásticas con capacidad para 30 personas, pero en las que iban 50 o 60 personas, se suceden sin parar.

A lo largo de la travesía, antes de llegar a Europa a través de Grecia, el barco hace una parada cuando avista la frontera. Mucha gente corre peligro durante el viaje, muchas muje- res corren riesgo de muerte. Mi amigo me cuenta cómo las ayudaba a salir del agua o las rescataba entre el peso de otras personas que las asfixiaban por la falta de espacio en la lancha. Cada uno de nosotros tenemos una historia, una llegada con matices diferentes, pero un mismo trasfondo.

Destino Alemania

Llegar hasta Europa, para quien lo consigue es todo un desafío. La dificultad del recorrido se refleja en los naufragios en las costas, en la expulsión de países comunitarios y en la muerte de miles de personas una vez salen del país. Alguno de mis compañeros continúan su recorrido caminando por Bulgaria una vez desembarcan en Grecia, otros continúan hasta Alemania, donde tal vez con suerte, puedan pedir asilo.

El país alemán se ha convertido en el principal punto de petición de asilo para las personas que emigran de la República Árabe de Siria. Sin embargo, en muchos casos, sobre todo en Austria son detenidos y extraditados de vuelta a Turquía.

Así fue el caso de una mujer de 60 o 70 años que se encontraba sola en el país austriaco, quien fue detenida y devuelta a su lugar de procedencia, pero esta vez, le facilitaron el regreso en avión. Al tiempo, otras personas que consiguen permanecer dentro de la Unión Europea se cobijan en trabajos precarios y mal pagados, así en el caso de muchas mujeres sirias empiezan a trabajar en la prostitución en Grecia con el objetivo de ahorrar dinero para poder continuar la ruta hacia Alemania.

Quien tenía suerte llegaba al Estado Alemán. Pero no era fácil lograrlo, las mujeres cargamos con una lacra de di cultad a la hora de caminar por las montañas, porque a veces tampoco nos dejaban subir en trenes, éramos expulsadas por la seguridad del propio tren o por la policía. Durante el viaje son muy frecuentes este tipo de maltratos.

Tras dos años viviendo en Canarias, no me planteo volver a Siria, al menos no con esta vida allí. Creo que la guerra no va a terminar. Cuando parece que las cosas van mejorando, al día siguiente empieza otra historia, ahora el con icto entre América, Rusia y la Unión Europea.

Se ha ido todo al suelo. Los sirios que quedaron allí, lo hicieron sin leyes, ni justicia, lo único que encontramos es un cambio a peor, la im- punidad de los asesinatos, el silencio devastador. Una atmósfera cada vez más complicada donde chicos jóvenes y buenos luego cambiaron su visión, comenzaron a cambiar.

Siria, antes era un país con sus leyes propias, con una buena educación a la que se le prestaba un gran valor, con un uso instrumental de cara al futuro. Si querías llegar lejos, antes tenías que estudiar.

Sin embargo, no teníamos libertad para hablar, o escribir, vivíamos bajo el régimen dictatorial, similar al franquismo vivido aquí en España. Somos un país acostumbrado a callar, en un contexto de corrupción política desmesurada.

Aunque bastante rico en recursos, comida, y agua potable, lo que nos permitía vivir bien. Aún hoy muchas personas que quiero continúan en Siria. Quiero decir que agradezcan lo que tienen. No dividan el mundo en dos: salvajes y civilizados. Esto que me ha pasado puede pasar en cualquier lugar del mundo. Hay que apoyar a la humanidad.

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