Opiniones

La oveja gris

Ana Hernández Cordobés 

Sentadas en una mesa, tres ovejas cenan bajo el ocaso. A una le recubre un manto blanco; en su rebaño los borregos votan y sus funciones están bien diferenciadas. Otra oveja posee una capa de carbón; su rebaño es silencioso, temen a esta oscura autoridad, y acatan las órdenes del balido. La última oveja es de lana gris; su rebaño imita a los borregos blancos, pero las élites están salpicadas de motas negras. 

La democracia y la dictadura forman parte del binarismo que describe y simplifica la historia. La eterna lucha del bien y el mal. Sin embargo, existe la zona intermedia; países con un orden propio del Estado de derecho cuyo Gobierno, elegido por votación popular, elimina derechos civiles. ¿Puede ser este escenario el precedente de una dictadura? ¿Es ético que este punto medio actúe y conviva junto con las naciones democráticas de la Unión Europea? La ironía empieza con el nombre de esta zona gris: las democracias iliberales. 

En pocas palabras, una democracia iliberal es un sistema de gobierno en el que se celebran elecciones, pero la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) no es tangible en la práctica y el Gobierno limita la libertad del pueblo al que representa. El politólogo Fareed Zakaria acuñó el término en 1997 para describir a algunos de los Estados emergentes tras la disolución de la URSS, pero sus explicaciones siguen siendo válidas. No obstante, otros expertos puntualizan que el término es un eufemismo, así como sus sinónimos “democracias imperfectas” o “régimen híbrido”. 

Dentro de la Unión Europea se hallan dos ejemplos, Polonia y Hungría. Esta última es la cara del iliberalismo en el continente. La profesora Astrid Barrio explica que el Gobierno de Viktor Orban, desde que llegó al poder, ha modificado la Constitución húngara y reemplazado a los jueces del Tribunal Constitucional por otros afines a su partido (FIDESZ). En otra ocasión, Orban desacató las decisiones del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) y también impulsó una ley que coarta la libertad de expresión de los medios y restringe los derechos de las minorías.

De igual manera, el partido Ley y Justicia (PiS), al mando de Polonia, ha tratado de limitar la independencia de su Tribunal Constitucional. Además, el fragmentado tribunal polaco ha declarado que algunos de los Tratados de la Unión Europea son “incompatibles” con la Constitución polaca. Dicha afirmación produjo un enfrentamiento con el Parlamento Europeo y determinó que el Tribunal Constitucional polaco es ilegítimo y no puede interpretar su Constitución. 

En resumen, las principales acciones de las dos democracias iliberales han sido: el desafío y deslegitimación de la autoridad de la UE, así como de las ONG que denuncian los actos contra los derechos humanos; el intento de unificar los tres poderes bajo el mandato del Gobierno y suprimir mediante cambios legislativos las libertades de los ciudadanos, empezando por la libertad de prensa. 

Es pertinente recordar que FIDESZ y PiS gobiernan porque una amplia parte de los votos fueron a su favor. ¿Cómo puede un pueblo elegir la opción más totalitaria? Anne Applebaum, periodista y premio Pulitzer, destaca que la “ola de iliberalismo” está alcanzando países con “antecedentes históricos muy diferentes”. Applebaum menciona a EE.UU., Brasil, Filipinas, Turquía, Venezuela… Estos países, en realidad, no tienen nada en común, a excepción de dos puntos: todos son miembros relevantes de la economía global y su población está inmersa en una burbuja de información. Bajo este contexto, la ciudadanía percibe desorden, siente que lo que sucede en otros lugares le afecta y que “sus líderes ya no controlan realmente las cosas”. Un sentimiento que conlleva el intento de “recuperar el control”. La situación empeora con el auge de las teorías de la conspiración, la polarización y la nostalgia por la supuesta gloria pasada de un país (make America great again). 

Volviendo a Europa, surge la pregunta ¿Cómo pueden las democracias “plenas” frenar el avance del iliberalismo? El politólogo Armando Chaguaceda expone que las sanciones económicas no tienen el mismo efecto que hace treinta años, pero que deben seguir siendo una medida fundamental. Igualmente, es crucial desmentir los discursos que exculpan a las autocracias. “Ahora hay una especie de envalentonamiento” dice Chaguaceda “en muchos diarios y libros empiezan a decir que las autocracias lidiaron exitosamente con el COVID-19, y las democracias fallaron”. Con respecto a la Unión Europea, la Comisión de esta organización ha iniciado el Plan de Acción para la Democracia Europea con el fin de “empoderar a los ciudadanos y construir democracias más resilientes” mediante “la promoción de elecciones libres y justas, el refuerzo de la libertad de los medios y la lucha contra la desinformación”. 

Dejando de lado las nobles palabras vacías, otras voces abogan por los instrumentos jurídicos. Uno de ellos es aplicar el artículo 7 del Tratado de Maastricht (1992). Este artículo, modificado someramente en el Tratado de Lisboa (2009), permite al “Consejo Europeo […] constatar la existencia de una violación grave y persistente por parte de un Estado miembro de los valores contemplados en el artículo 2” y aplicar medidas sancionadoras. En resumen, el Consejo Europeo investigará la vulneración de los principios defendidos por la Unión y escuchará la versión del Estado acusado. Una vez se haya probado el crimen,  el Consejo Europeo podrá suspender “determinados derechos” incluidos los “derechos de voto del representante” del país infractor. Es una medida severa que ya se ha tratado de aplicar a Polonia y a Hungría, con consecuencias en las relaciones de vecindad.

Las crisis hacen que el iliberalismo sea más atractivo. Según Applebaum, lo que nos queda es seguir involucrados en la política. Personalmente, diría que el freno se consigue con el rechazo simultáneo de los actores de la comunidad internacional. No va a pasar. Qué impotencia los debates llenos de peros. Hace unos meses, hablando con un muchacho polaco conservador, comprendí que tenía valores contrarios a los míos y que los defendería por encima de mi persona. Tal vez tenemos que hacer lo mismo. 

Algo es seguro, se debe aprender sobre filosofía e historia reciente, la nuestra y la del otro. Es lo que nos permitirá predecir el futuro y cómo frenarlo si lo que revela no nos gusta. Recordamos la reunión de las tres ovejas: todos formamos parte de la mesa bajo el ocaso, compartiendo el mundo con un enmascarado lobo negro.

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