Historias

“Senegal es un país en guerra con sus propios niños”

Alexandra Socorro
Verano 2024

Levantarse a las cuatro de la mañana. Leer el Corán para después ir al mercado a las seis. Deben conseguir dinero y entregarlo a la hora de comer. Entre 300 y 500 francos. También hay que buscar comida y, a eso de las 15.00 horas, regresar para seguir aprendiendo la religión. Los días pasan y la rutina de los niños talibés no varía. “Senegal es un país que está en guerra con sus propios niños”.

Fue a partir del año 2003 cuando Pepi Farray, directora de la Fundación Farrah en Las Palmas de Gran Canaria, observó, durante sus viajes a Senegal, que las calles del país “estaban llenas de niños en situaciones físicas muy deplorables que practicaban la mendicidad”. Tras observar la magnitud de la situación, que cada vez era más palpable en la región, Farray decidió estudiar la problemática que, finalmente, ha terminado por convertirse en un problema estructural del lugar.

Se les conoce con el nombre de talibés (alumno). Son menores de entre 5 y 16 años cuyas familias, en una situación de extrema pobreza y vulnerabilidad, los han entregado a las daara (escuelas coránicas) para que aprendan cuestiones relacionadas con la religión como la lectura del Corán. “En Senegal, la figura del aprendiz es habitual, los niños aprenden la profesión de su padre o su tío. Sin embargo, los talibés mendigos, a los que en la daara solo se les enseña a recitar el Corán y se les obliga a mendigar, están privados de cualquier otro aprendizaje”, explica Farray.

Esto desemboca en que, una vez salen de la escuela coránica con 16 años, ocupen los puestos más bajos de la sociedad: “No tienen alfabetización. Esto los condena a la pobreza, pues no tienen herramientas para enfrentarse a la vida”

En las daara, la rutina de los niños es siempre igual. Ibrahima tiene 10 años. Se levanta a las cinco de la mañana para estudiar el Corán y, después, va al mercado para buscar dinero y entregarlo al marabout (profesor de la escuela coránica). A las dos de la tarde vuelve a las calles. Tiene que buscar comida. En la misma situación se encuentra Ahmet, de la misma edad. Asegura que lo que más le gusta es aprender y jugar al fútbol, pero en la daara tiene que levantarse a las cuatro de la mañana.

Sobre las seis sale en busca de limosna. Al igual que su compañero, debe entregar cerca de 350 francos a su marabout. En esta tesitura están Ibra y Abdou, de 11 y 12 años respectivamente. A ambos les gusta jugar y aprender, pero gran parte de su tiempo lo ocupa la mendicidad forzada. Y a ellos se une la historia de cinco mil menores talibés que se encuentran en situación de esclavitud infantil.

Una cuestión histórica

Los casos de abuso proliferan en las escuelas coránicas. Las familias no hacen un seguimiento de sus hijos, pues las daaras se encuentran lejos de sus hogares. A esto se añade que “muchos de los menores ni siquiera recuerdan dónde vivían o quienes son sus padres porque llegan muy pequeños a estos lugares”, cuenta Farray. Tras ver la situación que día a día enfrentan los talibés lo tuvo claro: “Había que dar una respuesta inmediata”.

Surgió, de esta forma, lo que a día de hoy se conoce como la Casa de Escucha, ubicada en Mbour, una ciudad de tránsito para los cinco mil niños talibés que desde la Fundación Farrah se han podido localizar. “Contacté con un maestro que tenía una pequeña casa donde a ratos atendía a los pequeños”, dice Farray y agrega que, poco a poco, reformó la casa para mejorar las condiciones: “Pusimos duchas, retretes…” El objetivo de la vivienda es ofrecer ayuda y una atención integral y de cuidado a los menores que se encuentran en esta situación.

Casa de Escucha. Foto: Fundación Farrah

Desde la Fundación Farrah se comenzó, en el año 2017, a realizar un estudio para identificar las causas y consecuencias de esta problemática. “Está práctica existe desde el 1980”, comenta la directora de la Fundación y agrega que detrás de ella se esconden cuestiones políticas, económicas y religiosas.

Además, uno de los objetivos del estudio era identificar las ciudades con mayor tránsito de niños talibés para establecer, de esta forma, la Casa de Escucha en un punto estratégico: “Geolocalizamos todas las daaras de la zona y valoramos el camino que hacían los niños para llegar al mercado de Mbour, donde suelen ir a mendigar o trabajar. Los talibés iban a pasar sí o sí por la zona en la que finalmente decidimos construir la Casa”, expone Pepi Farray.

«Bienvenido, estás en casa»

Durante la construcción de la Casa de Escucha, los niños preguntaban qué se estaba construyendo. “Les decíamos que era algo para ellos y el día que abrimos la puerta del hogar acudieron miles de niños. A todos les decíamos bienvenidos, estás en tu casa”, asevera la directora. Según cuenta, la casa se ha integrado en la vida cotidiana de los talibés y cuando llegan menores nuevos a las daaras, “son los propios compañeros quienes los llevan hasta la Casa de Escucha”.

En la vivienda trabaja un equipo compuesto por psicólogos, médicos, profesores y enfermeros. Cada vez que hay un niño que sufre algún tipo de violencia, accidente o problema de salud, “son sus compañeros quienes los llevan a la Casa de Escucha para que los atiendan”. Las actividades que se llevan a cabo están relacionadas con la atención médica y psicológica.

También, con la rama educativa y el tema lúdico: “Les dejamos que jueguen. Necesitan recuperar la alegría”. Asimismo, les enseñan aspectos relacionados con la higiene para que, así, puedan prevenir enfermedades, pues “ las condiciones de las escuelas coránicas son lamentables y, al día, hay cerca de veinte consultas médicas en la Casa de Escucha”.

En palabras de Pepi Farray, la sección de enfermería es “el mejor test para descubrir el trato que se les da a los menores”. Asevera que a muchos de ellos se les ven “señales claras de violencia” como marcas de latigazos en la espalda, golpes en la cabeza o señales de encadenamiento en los tobillos. A esto se añade que “muchos no cuentan lo que les pasa a ellos, pero sí lo que les pasa a otros”. Además, algunos casos salen en la prensa: “El día que inauguramos la casa, un niño de 9 años fue apaleado hasta la muerte por su marabout y lo descubrieron enterrándolo en el campo”.

Actividades en la Casa de Escucha. Foto: Fundación Farrah

Niños como Abdou o Moussa acuden a la Casa de Escucha para aprender, jugar, ducharse y lavar su ropa. El centro se ha convertido en la parte favorita del día para Ibra Ndao, que asegura que lo que más le gusta es ir a la vivienda.

En lo que respecta a la convivencia de la Casa de Escucha con las escuelas coránicas, “ha sido pacífica”. Farray cuenta que se ha dialogado “mucho” con los marabout para que “entiendan que el centro no atenta contra la religión, que el objetivo es la protección de los derechos de la infancia”.

«Todavía queda mucho por hacer»

En Senegal “todavía queda mucho por hacer para que se tome conciencia de esto”, opina la directora de la Fundación. Afirma que la población senegalesa “se ha habituado a ver a los niños en la calle mendigando y lo ven como algo normal”. Sin embargo, Farray reconoce que hay determinados sectores de la población, “sobre todo quienes tienen mayor nivel educativo”, que denuncian esta práctica.

Aunque pasan los años, las calles “siguen llenas de menores y las condiciones son igual de terribles porque no ha habido ninguna política que solucione esto”, denuncia Pepi Farray e indica que la esclavitud a la que están sometidos los talibés es un problema “tan grande” que para atenderlos a todos harían falta “cinco casas y cinco equipos profesionales más”. Subraya que la Casa de Escucha “no es la solución. Es una medida paliativa”.

Ahora, la Fundación Farrah lleva a cabo un Plan Integral de Lucha contra la explotación infantil, en el que se integra una campaña de recogida de firmas para obligar al gobierno de Senegal a que acabe con esta práctica: “Queremos llevar esto a la Península para sensibilizar a la mayor parte de población española”.

Además, trabajan en medidas a largo plazo para seguir con el acompañamiento de los menores. “Vamos a intentar poner en marcha un centro de formación profesional para los talibés de 16 años que ya han salido de las daaras”. El objetivo, que aprendan un oficio que les garantice una vida digna.

Pepi Farray afirma que la lucha contra la esclavitud infantil no acaba: “Pretendemos llevar este caso al Comité de Infancia de las Naciones Unidas e insistir en que el gobierno senegalés aplique todas las leyes y convenios internacionales de protección a la infancia”.

Mientras tanto, insta a que todos los ciudadanos trabajen para proteger los derechos de la infancia, pues, en la mayoría de los casos, “es la voz de Occidente la que llega a las grandes instituciones”.

Petición de firma

En el código QR se encuentra la campaña de recogida de firmas que la Fundación Farrah ha puesto en marcha para “exigir al gobierno senegalés la aplicación de sus leyes de protección de la infancia”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *