Reportajes

De la hipótesis a la certeza: El legado Amazigh en Canarias

Nayra Bajo de Vera, Carla Domínguez LópezAna Hernández Cordobés

 

La identidad canaria y su transmisión son temas de debate que se han avivado los últimos años tanto en espacios públicos como políticos. Esta cuestión, sin embargo, no es nueva en la sociedad ni en la investigación científica, que lleva décadas estudiando el pasado de los primeros pobladores canarios, su idioma, sus costumbres y su origen. De forma unánime, los investigadores de múltiples disciplinas concluyen desde hace años que los aborígenes canarios eran amazigh, también conocidos como bereberes, procedentes del norte de África.

Existe controversia respecto al uso de la palabra ‘bereber’ o ‘amazigh’. ‘Bereber’ tiene su origen en la palabra ‘bárbaro’, nombre que les fue dado por los romanos. ‘Amazigh’, por otro lado, es el término que emplean estas poblaciones para referirse a sí mismas y significa ‘hombre libre’, al igual que la zeta (ⵣ) que utilizan en su bandera. Activistas como Safia El Aaddam, conocida como Hija de inmigrantes, prefieren rechazar la denominación ‘bereber’, mientras que otras ramas reivindican el carácter luchador por el cual fueron así llamados. Masin Ferkal, investigador de culturas norteafricanas y expresidente del Congreso Mundial Amazigh, considera que ‘amazigh’ puede ir desplazando poco a poco al término ‘bereber’, hasta que sea conocido y normalizado por la sociedad.

El pasado año 2022, la propuesta de eliminar la obligatoriedad de la asignatura Historia y Geografía de Canarias en la Educación Secundaria levantó alarmas en diversos sectores, que vieron en ello una amenaza al conocimiento sobre la cultura y el pasado de las Islas. Finalmente, el día 26 de abril, se concluyó que esta materia permanecerá tal y como estaba planteada anteriormente: una hora a la semana, de forma obligatoria, en Tercero de la ESO. La consejera de Educación del Gobierno de Canarias, Manuela de Armas, explica que la propuesta que habían planteado al inicio del mes de abril, para eliminar el carácter obligatorio de la asignatura, “constituía un borrador con el que la Consejería quería visibilizar los saberes canarios a través de su integración transversal”.

 

Una cultura y una lengua estigmatizadas

Rumén Sosa, profesor de Historia y Geografía en la ESO, no se conforma con que la asignatura no se elimine, sino que considera que debería ampliarse. Para él, esa única clase semanal es insuficiente para desarrollar los temas y que el alumnado los tome en serio. Además de docente, Sosa también es doctor en Historia. Durante años, ha tratado de recuperar las lenguas de los aborígenes canarios a partir de trabajos historiográficos y sociolingüísticos que se ha autofinanciado. De esos idiomas aborígenes se conservan más de 35.000 términos en la actual habla canaria, sobre todo topónimos y antropónimos. Algunos de ellos son Adeje, Gáldar o Fasnia, entre los nombres de lugares, y Gara, Acorán o Guacimara entre los nombres personales.

Sus conclusiones también explican los motivos por los que su lengua dejó de hablarse progresivamente, a pesar de que se continuó usando durante más de un siglo tras la conquista castellana. En ese contexto, los estigmas asociados a la cultura amazigh se juntaron con la falta de practicidad de su lengua, ya que oficialmente se hablaba en castellano. Por tanto, fueron los propios aborígenes quienes decidieron dejar de transmitirla con el paso de las décadas.

 

“Tenemos tres yacimientos que han arrojado fechas del siglo V a.C., por lo tanto, las Islas Canarias ya estaban pobladas antes de la llegada de los romanos al norte de África”. José Farrujia de la Rosa, doctor en Historia y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL). 

 

La similitud de las lenguas amazigh norteafricanas con las antiguas canarias ha contribuido en gran medida a su recuperación. Estas semejanzas también se manifiestan en la cultura, sobre todo en el ámbito rural. Tras la conquista, los indígenas que mantuvieron sus costumbres, alejándose de los castellanos, fueron llamados magos y mauros. El término mago tiene sus orígenes en la palabra ‘Magec’ (deidad del Sol) y mauro proviene de ‘moro’. Ambos se utilizaron de forma despectiva por los colonizadores, asociando estereotipos como la brutalidad, la superstición, la incultura o el atraso.

Los magos y mauros conservaron algunas cuevas como sus casas, por lo que en la actualidad aún existen algunas propiedades de este tipo. Hoy se utilizan, por ejemplo, para acompañar y cuidar el ganado cuando es llevado a pastar al monte. También se han transmitido hasta la actualidad otras costumbres como el juego del palo, el salto del pastor, la lucha canaria o el silbo gomero. La simbología que utilizaban los antiguos pobladores en referencia al agua, la fertilidad o el Sol ha perdido su significación en las Islas. Mayoritariamente, solo se utilizan como elementos decorativos o souvenirs, habiéndose desligado de sus connotaciones mágicas. Mismo es el caso de figuras como el ídolo de Tara.

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Figuras del ídolo de Tara en una tienda de souvenirs de Tenerife. Fotografía de Nayra Bajo.

Discrepancias en las investigaciones

La historia de los primeros pobladores de Canarias no tiene respuestas cerradas. Los distintos grupos académicos explican quiénes llegaron al Archipiélago, cuándo, cómo y desde dónde con diferentes teorías. “Sabemos que los primeros pobladores tienen un origen norteafricano, pertenecen a la cultura amazigh y poblaron todas las Islas”, apunta José Farrujia de la Rosa, doctor en Historia y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL). Las dudas comienzan con las fechas. Farrujia expone que la cronología más antigua es del siglo IX a.C. en la isla más próxima al continente africano, Lanzarote. En el caso de Tenerife “tenemos tres yacimientos que han arrojado fechas del siglo V a.C., por lo tanto, las Islas Canarias ya estaban pobladas antes de la llegada de los romanos al norte de África”.

La argumentación choca con otros planteamientos. Nona Perera, directora general del Patrimonio Cultural del Gobierno canario, defiende que las poblaciones arribaron “traídas posiblemente por embarcaciones romanas”. Además, Perera concuerda en que “ya se puede decir que las poblaciones nativas de las Islas Canarias vienen del norte del continente africano”, pero puntualiza de dónde en concreto. Los estudios de Nona Perera y Juan Antonio Belmonte, arqueoastrónomo, apuntan a los territorios de Libia, Túnez y Argelia, junto con otras zonas. Sin embargo, la tesis de Irma Mora, directora de la Cátedra de estudios bereberes de la ULL, lo vincula hacia la costa africana y el Valle del Draa, en Marruecos.

En la actualidad, siguen perviviendo estereotipos y mitos sobre los guanches. Farrujia comenta que, desde el punto de vista fisionómico, tenían rasgos muy parecidos a los actuales canarios. “Si nosotros rescatáramos a un guanche del siglo XV al actual, lo vistiéramos con nuestras ropas y lo viéramos caminando por la calle del Castillo, probablemente no repararíamos en él”. Medían entre 1,70 y 1,75 metros de media, eran robustos y sus características físicas “entroncan con las del África Septentrional, donde a día de hoy, la población amazigh presenta muchos rasgos similares a los canarios”.

El legado genético

Las similitudes físicas que menciona Farrujia perviven en el código genético de los canarios. Es posible llegar a estas conclusiones gracias al trabajo multidisciplinar de Rosa Fregel, investigadora del Área de Genética de la ULL, quien realizó su periodo posdoctoral en la Universidad de Stanford (EE.UU). De esa experiencia resultó el proyecto Mitogenomes illuminate the origin and migration patterns of the indigenous people of the Canary Islands (2019), que refleja la genética poblacional isleña en relación a su pasado.

Con la orientación de un equipo de arqueólogos, el grupo de genética seleccionó el material que estaba en mejor estado de conservación. Un proceso en el que no tuvieron en cuenta el marco temporal de los restos y provocó una falta de precisión en los resultados. De esta forma, la investigadora afirma que los datos de los que disponen en la actualidad resultan de material arqueológico del siglo X, XI y XII, y no de la primera oleada migratoria del norte de África. “Ahora estamos revisitando de nuevo todo el material. Trabajamos con grupos de investigación que hacen análisis de carbono 14. Esto ayudará a fijar cómo fue la verdadera evolución de la población aborigen”, añade Fregel.

El estudio se basó en un análisis del ADN mitocondrial sobre 48 individuos de 25 yacimientos arqueológicos de diversas islas. La muestra refleja una contribución de componente europeo y subsahariano del 39,8 % y 4,3 %, respectivamente; sin embargo, la ascendencia amazigh alcanza un 55,9 %. De forma distinta a lo que se pueda pensar, las cifras reflejan cómo “en Canarias, las islas más cercanas al continente no tienen mayor diversidad genética”. Mientras La Palma, Tenerife y Gran Canaria gozan de altas diversidades, por ser islas más grandes y con recursos, El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura constan de una menor diversidad genética.

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Desglose, en cifras aproximadas por truncamiento, de la influencia norteafricana, subsahariana e ibérica en la genética de la población canaria. Los cálculos se realizaron sobre el total de la población de cada isla, así como sobre el total de individuos del Archipiélago. Elaborado por Carla Domínguez.

En Canarias y en África existe una problemática de conservación molecular de los restos arqueológicos. Al margen de los posibles descuidos en el patrimonio o del estado de las piezas de los museos, las dos zonas geográficas de las que parten los análisis de Fregel tienen un aspecto en común: el clima. El calor y la humedad son dos parámetros que hacen que el ADN se degrade y se destruya a lo largo del tiempo. Sin embargo, lo salva las cuevas. “Estos espacios, donde los aborígenes depositaban los restos, gozan de una temperatura estable que hace que el material quede protegido”.

Otra de las cortapisas de la investigación del ADN antiguo está en el propio proceso. La investigadora asegura que se trata de un procedimiento “destructivo”, y es que todo el material que se utiliza desaparece tras la extracción del ADN. Durante esta fase, existen distintos métodos de tratamiento en función del material elegido. Mientras algunas piezas necesitan un lijado en su capa más superficial, otras requieren limpieza con ácidos, lejía o, incluso, luz ultravioleta.

Herencias en el sistema inmune

Uno de los factores incentivadores de la investigación genética en el pasado de Canarias es la salud pública de la población actual, siendo este uno de los aspectos que más causan interés en relación al pasado desde una mirada científica. Así, investigadores como María del Pino Yanes, catedrática de la ULL, indagan en las enfermedades de la población y su vinculación con el origen genético de los canarios.

Para comprender la labor de Yanes, que estudia el asma y su vinculación a la genética, es necesario clasificar estas patologías producidas por la alteración del genoma. Existen enfermedades cromosómicas, por cambios en la estructura del cromosoma; monogénicas, por alteración de un solo gen, o multifactoriales, en las que el individuo presenta predisposiciones genéticas en determinadas condiciones medioambientales. “El asma es una enfermedad compleja, es decir, multifactorial. Así, mi hipótesis inicial fue: el mayor riesgo a padecer la enfermedad, a tener una función pulmonar menor y a desarrollar alergias sería consecuencia de un componente genético de origen norteafricano”.

La base de aquel pensamiento, cuyos resultados fueron inconclusos, la repitió durante su etapa posdoctoral en EE. UU. con técnicas más avanzadas. Aplicó el mismo estudio a la población puertorriqueña, con ascendencia europeo-africana y taína. La investigadora asegura que esta población es la que más prevalencia de asma tiene en todo los Estados Unidos, “incluso si viven en ambiente continental en lugar de insular”.

“La arqueología canaria tiene escasa proyección fuera de las Islas. Los enfrentamientos entre grupos de investigación propician que se pierda su trascendencia al exterior”

“Allí pudimos demostrar cómo el tener mayor ascendencia africana provoca un mayor riesgo a desarrollar una peor función pulmonar y, en consecuencia, asma”, comenta Yanes. En aquel trabajo doctoral realizado en Canarias se estudiaron 93 marcadores de ascendencia. Una “muestra escasa de genes”, dado que “los presupuestos de entonces no alcanzaban para mucho más, y no permitían ejecutar un análisis de todo el genoma”. Y no solo no se consiguió la magnitud deseada. Tampoco tenían una buena resolución para distinguir el componente norteafricano del proporcionado por la Península Ibérica.

Las limitaciones técnicas influyeron en los resultados, pues no se pudo demostrar la diferencia entre los individuos asmáticos con ascendencia guanche de los no asmáticos. Por ello, la doctora ha vuelto a retomar la investigación. Los estudios de asociación genómicos actuales permiten analizar variantes repartidas por todo el genoma: “Con la ayuda de los hospitales canarios, hemos recolectado muestras de hasta 400 individuos asmáticos y 200 no asmáticos. Cuando tengamos un tamaño importante, evaluaremos de nuevo nuestras hipótesis iniciales”.

“El gran problema radica en la falta de conciencia de la ciudadanía, debido a que no ha sido educada para ello. Y esto es porque los contenidos canarios prácticamente no se trabajan en la escuela ni en el instituto». José Farrujia de la Rosa, doctor en Historia y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL). 

En los resultados finales sí que descubrieron una propensión a ser más alérgicos con el componente genético norteafricano. Según la doctora, “si comparas cómo varía la ascendencia norteafricana en el genoma completo (entre un 15 % y un 18 %) con la región que codifica en favor del funcionamiento del sistema inmune, apreciamos un enriquecimiento mayor en la zona de ascendencia norteafricana”. Esto quiere decir que ha quedado un reducto de esa ascendencia que nos protege frente a los patógenos.

Expolio, fetichismo y desconocimiento

La clave de los resultados en la investigación genética está en la calidad y cuidado de la muestra. Esta es una preocupación que también sufre el patrimonio histórico, ya que la arqueología canaria está amenazada por el expolio. José Farrujia de la Rosa expone que, de manera intencionada o no, se cometen atentados contra el patrimonio. “Por ejemplo, uno de los más frecuentes que se cometen en Canarias es destrozar los yacimientos rupestres. Una persona pinta, escribe sobre los grabados originales”, apunta Farrujia. Un hecho similar ocurre con las cuevas de enterramiento: “Hay una cultura del fetiche donde se coleccionan restos; cogen cráneos, restos cerámicos y se los llevan a casa”.

El doctor en Historia concluye que “el gran problema radica en la falta de conciencia de la ciudadanía, debido a que no ha sido educada para ello. Y esto es porque los contenidos canarios prácticamente no se trabajan en la escuela ni en el instituto. Esa es una de las grandes carencias”. Nona Perera, directora general de Patrimonio Cultural, también apoya ese argumento cuando asume que se desconoce la magnitud de lo que se pierde ante las actuaciones de la ciudadanía: “Este comportamiento se corresponde con la ausencia de planes patrimoniales educativos”.

José Farrujia manifiesta que “vivimos en una cultura del titular. La arqueología está pasando por un momento de mercantilización donde lo que tiene valor es lo estéticamente bonito” en la que se le da más importancia a un descubrimiento que a otro. “Muchas veces, los redactores que cubren una noticia de este tipo trabajan en la sección de cultura y no tienen por qué ser conocedores del tema. El problema de la arqueología es que se está convirtiendo en una arqueología del fetiche; lo que se pone en valor es el hallazgo del objeto y se infravalora la información que obtenemos sobre el pasado”.

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La simbología de los antiguos pobladores canarios tiene connotaciones místicas. Fotografía de Nayra Bajo.

Carmen Ortiz, en su artículo titulado Antigüedades guanchinescas. Comercio y coleccionismos de restos canarios, ratifica las palabras del profesor mencionando varios estudios: “Los expertos en patrimonio insisten en la permanencia de una
‘moda’ consistente en conseguir y atesorar algún resto físico de los antiguos guanches”. La directora de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias, asegura que no existe rechazo en el sector político por investigar la ascendencia africana de los primeros pobladores. “Otra cosa es que esté vetado o incapacitado el estudio en el Sáhara”, responde Perera.

En Canarias, los Cabildos insulares se encargan de velar por el patrimonio de su respectiva isla. Desde la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de Canarias en 1982, el patrimonio va adquiriendo una visión de tipo insularista y no regionalista. “Esto supone que siete islas corresponden a siete realidades culturales”, argumenta Farrujia, razón por la que “la arqueología canaria tiene escasa proyección fuera de las Islas. Los enfrentamientos entre grupos de investigación propician que se pierda su trascendencia al exterior”.

Para la realización de este reportaje, se contactó por distintas vías con los Cabildos de cada isla sin obtener respuesta del responsable de Patrimonio de cada uno.

Una temática no prioritaria

Aún conociendo las dificultades científico-materiales que se presentan en cualquier investigación, el trabajo en laboratorio es el proceso más sencillo de todo el camino. Para la comunidad científica que investiga el pasado del Archipiélago, hay un obstáculo aún más grande: las áreas preferentes de investigación que establece la Administración Pública. Según expone el Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación 2021-2023, “se desarrollarán planes específicos de impulso a la ciencia y la innovación en áreas prioritarias clave: transición ecológica, biomedicina y potenciación de la innovación y la investigación en salud y vacunas, industria aeronáutica y tecnologías de la computación avanzada”.

La doctora Fregel confiesa que desde la disciplina de la Paleogenómica es difícil impulsar proyectos. Uno de los motivos radica en el objetivo de estos estudios, que generan solo conocimiento y no aplicación. Además, las técnicas utilizadas son igual de caras que las de las áreas clasificadas como importantes. La científica María del Mar del Pino Yanes lo confirma. Ella estudia las enfermedades multifactoriales y su relación con la genética de las Islas: “Para financiar este tipo de investigaciones siempre tienes que enfocarlas con la posible existencia de un factor de riesgo poblacional”.

Para esta investigadora, los presupuestos destinados a sus trabajos científicos no han subido. “El Plan Estatal de Investigación nos ha dado 145.000 euros para un proyecto de tres años. Es una cifra que no está mal, pero comparado con los 4 millones de dólares que te ofrecen en EE.UU., las posibilidades no son las mismas”, asegura Yanes. Por ese motivo, lo que ha salvado sus trabajos ha sido el abaratamiento de las técnicas que usan. Desde 2008 a 2010, estudiar una sola muestra del genoma costaba 600 euros. Hoy, ese mismo estudio genético está en 35 euros para cada individuo.

Una acción política insuficiente

Sobre la queja de algunos investigadores por la falta de financiación pública, Nona Perera asegura que apenas se invierte para la importancia que tienen estos estudios. Uno de los factores que influyen en ello es la vigencia de las ayudas al patrimonio. “A lo mejor en noviembre te llegan 3.000.000 euros, y con 3.000.000 entre noviembre y diciembre no puedes hacer nada. Ese dinero te llega y se va, no lo puedes invertir”, sentencia.

Perera asegura que hay “montones” de carencias materiales del patrimonio y documentación sin investigar. Por otro lado, entiende que los atentados al mismo tienen responsabilidad “múltiple, variada y compartida”. Especifica que “es una agresión al patrimonio” cuando “las Administraciones no disponen de los catálogos” porque “son instrumentos para salvaguardar los bienes”. Al no estar catalogados, se pregunta: “¿Cómo sabemos lo que tenemos que proteger?”.

Una de las agresiones al patrimonio más frecuentes es el derribo de inmuebles, “ya que no están declarados como Bien de Interés Cultural, porque los Cabildos no tramitan”. Tampoco están catalogados “porque el Cabildo no cataloga los bienes insulares ni el Ayuntamiento cataloga los bienes municipales”. A pesar de intentar contactar con dichas instituciones, no se ha obtenido respuesta.

Tras la huella de la esclavitud

A partir del siglo XV se documenta una presencia masiva de personas esclavizadas en las Islas Canarias. Tras la conquista realenga, para obtener mano de obra con la que hacer frente a los trabajos duros, se recurrió al África Occidental, la Tamazgha y a la África negra para proveerse de esclavos y poner en explotación las tierras descubiertas. La presencia de la esclavitud se hizo aún más numerosa conforme avanzó el siglo XVI, a través de oficios forzados en los ingenios azucareros, hogares y en la construcción. Estas prácticas, que sirvieron de “laboratorio” para la esclavitud en América, no concluyeron hasta el siglo XVII.

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Tamazgha es el territorio del norte de África, no reconocido en términos político-jurídicos, en el que históricamente han habitado poblamientos amazigh. El tamazight es el alfabeto del que parten sus idiomas.

Gran Canaria fue el principal centro de compra-venta de esclavos en el Archipiélago. La isla oriental llegó contabilizar 10.000 víctimas de la esclavitud. Un 70 % de ellas eran negras. En consecuencia, la mayoría de las personas procedían del África subsahariana, mientras un porcentaje más pequeño llegaba desde el norte de África. En la publicación La población esclava de Las Palmas en la primera mitad del siglo XVI (2016), el catedrático de Historia Moderna (ULPGC) Manuel Lobo Cabrera describe las labores de esta población forzada: “Abrían los caminos, ayudaban a construir las casas y las obras civiles. Trabajaban en las canteras y en las máquinas que levantaban piedras. Acarreaban agua a las casas y las esclavas lavaban la ropa y cuidaban de los niños”.

Lobo Cabrera resalta el negocio ilegal de los canarios en la costa de África, cuando se hacían con esclavos que residían en territorio de la Corona de Portugal: “Se intercambiaban por baratijas y, luego, se vendían en el Archipiélago a precios inflados”. En el documento La esclavitud en Tenerife a raíz de la conquista, por la paleógrafa Manuela Marrero (1966), se presentan algunas cifras: en 1505, un esclavo morisco blanco era vendido por 11.000 marevedís; en 1506, un esclavo negro se comercializó por 15.200 mrs, mientras que un esclavo guanche medio se vendía por 20.000 marevedís.

Durante la esclavitud, entre un 15 y un 20 % de la población tinerfeña, grancanaria y palmera era esclava. No percibían recompensación alguna, aunque sí que lograban especializarse. “En Gran Canaria se contó con la presencia de negros libertos que eran especialistas en labrar piedras de molino harinero de gofio”, comenta Lobo. Comenzaban como peones y, con el tiempo, se hacían expertos.

La esclavitud no solo está inscrita en el genoma canario. También dejó huella en la cultura. Según el catedrático de Historia Moderna, en el folclore y la tradición religiosa isleña, existe vinculación con el norte de África: “Los negros bailaban delante de las procesiones. Los mandaban sus propietarios, con el fin de glorificar. Y aunque estos actos lleven consigo la connotación religiosa, esa sensualidad, ese carácter hedonista y el ritmo que desprendían en la danza está, hoy, presente en los días de festejo”.
La huella de la esclavitud también se encuentra en la toponimia isleña. El investigador de la ULPGC ha ejemplificado en sus trabajos de investigación el caso de Telde, el municipio grancanario que tenía un barrio denominado ‘Berbería’. Aunque también cita el caso de Agüimes, en cuyas escrituras era común encontrar demarcaciones bautizadas con términos como el de “Guinea”.

Sin embargo, no todo el rastro cultural ha perdurado de forma tan genuina en el tiempo. En las bodas de la Infanta Leonor y Federico de Austria, ofrecieron una danza de canarios esclavos que tildaron de “graciosa y espectacular”. Aquella pieza cautivó a los invitados y a los novios, quienes lo hicieron conocer en Austria. El canario, así se llamaba, perduró en Europa hasta el siglo XVIII. Aunque Lobo afirma que lo hemos perdido, destaca cómo otros autores que dedican su investigación al folclore señalan reminiscencias de ese ‘canario’ en bailes autóctonos como el sirinoque o la berlina.

La identidad canaria y el “complejo de colonizados”

En numerosas ocasiones, el activismo ha sido una fuerza para proteger y dar a conocer el patrimonio. Chona del Toro, presidenta de la Asociación Canaria de la Cultura Tamazight (AZAR), asegura que “el que conoce, ama, y el que ama, protege”. Esa labor de difusión, así como estrechar lazos con el pasado aborigen y las distintas poblaciones amazigh, fue el objetivo del Primer Congreso Mundial Amazigh (CMA). Se celebró en 1997 en Tafira, Gran Canaria. Fue la primera reunión de tal magnitud celebrada en el territorio de la Tamazgha, comprendido desde el desierto de Siwa hasta Canarias, en el que históricamente ha habido y sigue habiendo población amazigh. Esta concepción geográfica, por tanto, no tiene en cuenta las divisiones jurídico-legales. Anteriormente, se habían organizado asambleas y encuentros en la diáspora de distintos países como Francia, Canadá o Brasil.

Masin Ferkal, además de expresidente del Congreso Mundial Amazigh (CMA), es investigador del Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO), concretamente del departamento de Lenguas y Culturas del Norte de África y Diásporas. A pesar de que está extendida la idea de que la bandera amazigh se creó en ese Primer Congreso, Ferkal insiste en que no fue así.
Según explica, la Academia Bereber creó en la década de los setenta un diseño, hecho a mano, que posteriormente daría lugar a dos rediseños. El primero fue enseñado en el Congreso de Tafira, y el segundo, con algunos detalles modificados, es el que se comenzó a elaborar de manera industrial a partir de 1998. Las bases de los tres son las mismas, ya que los colores simbolizan lo vasta y diversa que es la Tamazgha (azul del mar, verde del monte y amarillo del desierto), y la zeta del alfabeto tamazight (ⵣ) significa “hombre libre”.

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Evolución de la bandera amazigh con el paso de los años. Imágenes cedidas por Masin Ferkal.

En su momento, según lo refleja la prensa de la época, el CMA fue un evento que abrió debate sobre la identidad canaria. Así lo confirma Chona del Toro, quien señala que distintos grupos independentistas y africanistas llevan “décadas” asegurando la ascendencia amazigh del Archipiélago, “aunque la ciencia les ha dado la razón ahora”. Considera que Canarias es un territorio
“privilegiado” respecto a la “opresión” en el resto de la Tamazgha, aunque “con la herida de la colonización abierta”. Por ello, algunas de sus reivindicaciones pasan por dar a conocer y poner en valor la cultura amazigh, que a menudo se confunde con la árabe.

Esa puesta en valor, desde AZAR, se realiza de múltiples formas: clases de amazigh, promoción de la cultura e, incluso, una iniciativa para poner los nombres de las calles de Las Palmas en el alfabeto tamazight, al lado del castellano. Armando Ravelo, director de cine, es uno de los agentes culturales que aboga por la valorización y conocimiento del legado canario. En sus películas y cortometrajes, como La piel de volcán, Ansite o Mah, explora la vida de los aborígenes y el proceso de conquista. Para ello, se sirve de una base científica para reconstruir ropas, tatuajes, peinados, escenarios, e incluso el habla.

Para Ravelo, este tipo de temática resulta “natural, cercana, interesante y diferente a otras culturas de todo el mundo”. No por ello deja de tener en cuenta que los canarios tienen “complejos por ser un pueblo colonizado”, generando “un problema de identidad”. No obstante, considera que la forma de cambiar esa perspectiva es conocer la historia del propio pueblo: “Estar autocentrado, tener autoestima, querer a tu pueblo y a tu historia”.

 

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